feb
27

Una playera en el piso, la playera a rayas, la que llevabas aquel día en el que el viento corría entre nosotros, esa que arranque al tenerte entre mis brazos, esa que ahora casi odio, esa que dio la pauta de toda una historia, de un juego, del sexo que vivíamos, ¿la recuerdas?, esa que me pertence, que robe del piso de tu habitación. Quizá piensas que la comparto, pero no, esa fue mía, lo es, como las caricias de tus manos, una vez solitarias, sobre mi piel desnuda, entre el vello de mi pecho, como los besos un tanto nerviosos y calientes en mi cuello, como tu lengua jugando con mi oído, a ese punto donde pierdo la razón y la ropa. Aunque es gracioso, no fue el único que perdía esa noches y días, esos domingos, ¡ja! que digo domingos, esos jueves de cine, viernes de cena, sábados, domingos y demás. Ahora esa playera, simplona y vacía, ha perdido el valor, ahora has perdido el horizonte que tenías entre mis brazos y yo perdí esas risas, la respiración agitada, la cara de Dios en cada orgasmo. Una playera a rayas, una noche escrita en cada hilo.