No confio en los hombres que no se dejan sorprender con una historia que no hayan escuchado antes, y si, a veces soy de esos hombres, que ya conoce el final de la historia antes de que sea contada. Soy de esos, quiza maniaticos, que jamás olvida las historias, abuso de ellas.
Abuso de las casualidades, de las metáforas y de las excusas baratas. Abuso de ti y de ellos, abuso de las emociones ajenas, abuso de las mias, de mis conclusiones y de mis verdades, abuso de sus mentiras, abuso de mis cuentos y sustentos, abuso de las perdidas, abuso de los momentos fáciles y de las excusas no pedidas, abuso de la huidas, de las decisiones que tomas, y de las que dejaste ir. Abuso para no explicar, porque cuando uno tiene que explicar es cuando entras en problemas, de esos problemas que tienen muchas salidas, pero seamos honestos, todas son una mentira. Mentiras disfrazadas de colores, de luces y sabores.Mentiras vestidas de juegos.
Y llega ese momento donde te pierdes, te detienes y empiezas a correr, muy rápido, sin mirar átras, esperando que nadie te pueda alcanza.